sábado, 6 de abril de 2013

Lecturas de viaje: Yo, Claudio

¡¡¡¡¡Señoreeeeesss!!!!! Sección nueva, si es que estoy que lo regalo, sección por día. No paro de crear. Esta vez intentaré enriquecer vuestras inquietas mentes con algo muuuucho más interesante que mis viajes y mis frikadas. Aquí se hablará de libros, cuentos y relatos en general que tengan que ver con Grosseto o con la Toscana. Porque leer enriquece la mente, es relativamente barato y no hay otra cosa mejor que hacer en el metro cuando se va o se vuelve del curro. Y como decían en la Bola de Cristal:



Y para empezar, visto el sitio al que está dedicado el blog (Italia, por si alguno no se había enterado aún), que mejor que una de romanos, un clasicazo de los que hacen época. Bueno, en realidad son dos: “Yo Claudio” y su secuela “Claudio el dios y su esposa Mesalina”, ambas de Robert Graves. Si queréis saber un poco más sobre la caída de la anquilosada República y el nacimiento del Imperio estos son vuestros libros. En ambos el narrador es el propio emperador Claudio que, viejo y cansado, viendo acercarse el fin de sus días (vamos, que ve que se lo van a cargar), decide escribir sus memorias. En “Yo Claudio” comienza mucho antes de su nacimiento, con la caída de la República y el alzamiento de Augusto, que poco a poco se hará con el control del gobierno, instaurando el Imperio, y termina con la proclamación de Claudio como emperador. En el segundo se limita a contarnos los años de su reinado.




A lo mejor os suenan más por la miniserie de trece episodios que la BBC produjo en 1976 y que aún hoy reponen en la tele de vez en cuando, titulada como el primer libro aunque incluye los dos. Entre los actores, que eran ciento y la madre, seguramente conozcáis a Derek Jacobi, que interpretaba a Claudio, o a John Hurt, que hacía de Calígula y que os sonará porque ha interpretado al vendedor de varitas mágicas en la serie de Harry Potter, al padre adoptivo de Hellboy, o al malo de “V de Vendetta” entre otros muchos.



Tranquilos que las novelas no son para nada aburridas, o al menos a mi no me lo parecieron. Son más parecidas a un culebrón que a una novela histórica convencional, sobretodo la primera. Además de datos históricos de los de siempre (batallitas, discursos en el senado, política…) tenéis todos los cotilleos y detalles morbosos que os podáis imaginar sobre los miembros de la dinastía Julio-Claudia, y creedme, no eran pocos: matrimonios, incestos, envenenamientos, orgías, destierros, luchas de poder… Vamos, que comparada con una cena en esa casa la Guerra de Troya era una berbena de barrio. No hay más que ver el árbol genealógico para darse cuenta que muy normales no podían salir…



Y todo bastante bien documentado; Graves utilizó como fuente a autores clásicos que conocieron a los protagonistas o que tuvieron acceso a fuentes históricas de primera mano (Tito Livio, Tácito y sobretodo Suetonio con su “Vida de los doce Césares”). Aun así, las fuentes nunca son del todo fiables y no hay que olvidar que esto es una novela y por tanto la ficción aparecerá siempre, mejor o peor disimulada, así que no lo toméis como un libro de historia. Aunque muchas cosas sean ciertas, ES UNA NOVELA.

¿Y qué tienen que ver estos libros con Grosseto? Y más teniendo en cuenta que es una ciudad de fundación medieval, es decir, no existía como tal en época romana. La respuesta se encuentra en dos lugares: la vecina ciudad de Roselle y el museo arqueológico.

De Roselle ya os hablaré más adelante, sólo os diré que era una antigua ciudad de origen etrusco que se encuentra a unos 10 kilómetro al norte de Grosseto y que fue abandonada definitivamente entorno al siglo IX a favor de la ciudad actual. Durante las excavaciones arqueológicas que se llevaron a cabo allí en los años 60 apareció un templo, el Augusteo, construido durante el reinado de Claudio y dedicado al culto de la familia imperial. En su interior se encontró el grupo escultórico más extenso y de mejor calidad conocido hasta ahora de estatuas que representan a varios miembros de la dinastía Julio-Claudia. Hoy es posible verlo en la Sala de las estatuas del museo de Grosseto.




La sala impresiona. Grande, pintada de blanco, y llena de estatuas y bustos de mármol de muchos de los personajes no sólo de la novela sino de uno de los momentos más apasionantes de nuestra historia. Es como si Medusa (el monstruo mitológico que convertía al que le miraba en piedra, no el bicho que da por culo en la playa) se hubiera dado un garbeo por la sala.

La sensación de estar rodeado por el silencio del museo, sólo, y con todas esas miradas fijadas en ti, miradas congeladas en el tiempo, es sobrecogedora. Germánico, padre de Calígula y hermano de Claudio, aparece vestido con la toga y el brazo levantado, en el momento de dirigirse a los miembros del Senado. Desde un lado, Drusila, su hija y favorita de Calígula, le mira, mientras que el busto de Claudio parece observar a sus dos hijos, el niño Británico y la jovencita Octavia. Como ellos, otras tantas estatuas de hombres, mujeres y niños y cerrando el conjunto, la pareja fundadora, Augusto y su esposa, Livia, representados como los dioses Júpiter y Ceres.

Augusto como Júpiter.

Octavia, hija de Claudio.


Livia como Ceres.

Pero este no es el único sitio de por aquí cerca relacionado con la novela (tranquis que ya corto el rollo). Ahora cuando un hijo, un nieto o un padre nos toca un poco los cojones, le decimos que salga a dar una vuelta, pero en la antigua Roma directamente se desterraba al susodicho, mandándole al culo del mundo o a una isla canija, que en Italia hay muchas. Pues bien, eso es lo que le pasó a Póstumo Agripa, último nieto vivo de Augusto y su heredero oficial. No se sabe el motivo por el que el abuelo se cogió el berrinche con el chaval. Dicen que porque era homosexual y se pasó de la ralla, otros que fue culpa de Livia, que malmetía… (En la novela Graves se inventa otro motivo, también bastante morboso). El caso es que en el año 7 el principito fue desterrado a una isla, de la que no volvería a salir nunca más porque cuando el abuelo murió en el año 14, Tiberio, el nuevo emperador y padrastro de Póstumo, le mandó asesinar (si ya os decía yo, una familia cojonuda).

El caso es que esa isla es una de las siete que forman el archipiélago Toscano. Se llama Pianosa (porque es plana), está cerca de la isla de Elba y sí, tendrá unas playas cojonudas y un agua transparente, pero no deja de ser un pelagartal de 10 kilómetros cuadrados en medio del mar. Eso sí, el Póstumo se lo montó que te cagas. Se construyó una villa (una especie de palacete), con sus termas y su teatro que miraba al mar (porque el destierro no justifica la falta de glamour), y dicen que no se privaba de nada, con fiestas y orgías llenas de niñatos en pelotas. El colega acabaría con una espada en la tripa, pero hay que reconocer que aprovechó el tiempo.

Y hasta aquí el post literario, un poco largo pero bastante interesante ¿no? Dos libros, una serie, un museo y una isla, si es que estoy que lo regalo. Los siguientes serán más cortitos, prometido.

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