martes, 4 de septiembre de 2012

La Toscana olvidada.

¡Ya estoy por aquí otra vez!

En mi blog anterior cometí un error bastante gordo: empecé a hablar de la Maremma sin explicar antes qué narices era eso y en cierto modo, el blog se quedó cojo. Pues bien, para solucionarlo vamos a dedicar el primer post a eso mismo, a localizarnos un poco en el espacio tiempo, y a la vez tendréis un pequeño resumen de lo que os encontraréis por aquí en un futuro no muy lejano.

El año pasado, la sección de viajes de El País propuso a los lectores que les enviaran artículos escritos por ellos para luego elegir uno y publicarlo. Yo envié el mío, pero no tuve suerte, así que lo reciclo y lo publico aquí, porque yo lo valgo jejeje. Ya os podéis imaginar de lo que habla. Eso sí, el estilo es un poco distinto al que suelo utilizar, bastante más formal (yo suelo ser más cachondo jejeje). Pues lo dicho, ¡empezamos!:

Cuando se habla de la Toscana, a la gente le suelen venir a la cabeza las grandes ciudades monumentales de Pisa y Florencia, las colinas de Siena o el vino Chianti. Todas ellas razones muy válidas para visitar esa maravillosa tierra, pero muy pocas veces se va más allá. Grave error, que hace que nos perdamos uno de los rincones más bonitos e interesantes de Italia: la Maremma.

Esta franja de tierra paralela al Tirreno, a caballo entre la Toscana y el Lazio, encuentra su núcleo principal en la ciudad de Grosseto. Pequeña y tranquila, parece protegerse del mundo tras las imponentes murallas que rodean su centro histórico. En él, además del imprescindible duomo, encontramos el Museo Archeologico e d’Arte della Maremma, en el que la cerámica, las armas, el oro y el marfil nos cuentan la historia del pueblo etrusco, dueño del territorio antes de la llegada de Roma. Dejaos impresionar por la gran sala de las estatuas, en la que os encontraréis cara a cara con los primeros emperadores romanos y sus familiares, de cuyas ajetreadas vidas nos habló Robert Graves en su “Yo, Claudio”.

Sala de las estatuas del Museo Archeologico e d'Arte della Maremma.

Entorno a la ciudad, la región nos ofrece mil posibilidades para excursiones de un día. Hacia el sur los pueblos de Pitigliano y Sorano nos reciben con sus casas colgadas sobre precipicios en medio de bosques y viñedos. Después, para recuperar fuerzas, nada mejor que un baño en Saturnia, Petriolo o cualquiera de las numerosas fuentes termales naturales (y gratuitas) que se encuentran por todo el territorio. O si no, escaparnos al monte Argentario, la antigua isla unida al continente por dos lenguas de tierra, y disfrutar de su preciosa laguna o del atardecer desde lo alto de la montaña.

Panorámica del pueblo de Pitigliano.

Termas naturales de Saturnia.

Hacia el norte encontramos el pequeño burgo de Massa Maritima, dominado por la torre de su impresionante catedral gótica construida en mármol blanco y negro. Cerca de allí podemos acercarnos a las ruinas de una enorme abadía cisterciense, San Galgano, que yace en medio del paisaje como el esqueleto de un gigante derribado.  

Catedral de Massa Maritima

Pero si lo que nos interesa es alejarnos del ruido y del ritmo rápido de la ciudad, entonces lo mejor es aprovechar la gran riqueza natural presente en la Maremma. Porque, por fortuna y a diferencia de lo ocurrido en otros muchos sitios, el cemento ha respetado este pequeño trazado de costa, rico en flora y fauna. Lo demuestra una de las reservas naturales más importantes de la Toscana, el Parco dell’Uccellina. Estas montañas paralelas al mar, con un paisaje muy parecido al de nuestra Doñana, en el que los bosques de pinos se alternan con marismas y playas kilométricas de arena blanca, sirve de refugio al jabalí y la vaca maremmana.

Parque natural dell'Ucellina.

En definitiva, un lugar en el que naturaleza, historia y paisaje se encuentran, olvidado por muchos pero que gracias a ello ha conservado su autenticidad,  y al que siempre se querrá volver.



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