Cuando te dicen que pienses en algo
típico de Italia… ¿qué se te viene a la cabeza? El Coliseo, la pizza, la ópera,
los antiguos romanos, la Sofía Loren ,
el fútbol, el Papa, la última chorrada de Berlusconi…. Son infinitas las
respuestas, Italia siempre ha sabido venderse muy bien de cara al extranjero (bueno,
menos por lo de Berlusconi) y todo el mundo, vayas a donde vayas, tiene una
imagen más o menos tópica de este país. Pero seguro que son muy pocos los que
piensan en algo genial y que resulta que aquí está por todas partes: los
manantiales de agua termal.
Italia es muy inestable desde el punto
de vista sísmico. Está llena de volcanes, tanto activos (el Etna, el Vesubio,
el Stromboli…) como inactivos. Por no hablar de los terremotos, que de vez en
cuando se hacen notar (yo aún no he notado ninguno) y a veces son bastante
dramáticos. Rara es la ciudad italiana que no ha sido destruida alguna vez por
uno. Ahí tenemos a L’Aquila, en Abruzzo, que desde 2009 está en ruinas, pero
eso sí, haciendo rico a más de un cabrón especulador, o los alrededores de las
ciudades de Módena y Ferrara, afectadas por varios temblores durante el 2012.
Peeeero, también tiene sus cosas
“buenas”: si no hubiera sido por el Vesubio las ciudades romanas del golfo de
Nápoles no habrían llegado hasta nosotros, muchos volcanes inactivos, sobretodo
en el centro de Italia, se han convertido en lagos (el Bolsena, el Trasimeno,
el Nemi…) y no hablemos ya del paisaje de Sicilia con el Etna echando humo.
Pero lo más práctico y curioso es la gran cantidad de fuentes de agua termal
que te encuentras a lo largo y ancho de la bota. Y claro está la Toscana no iba a ser
menos. Es más, en Grosseto tenemos, entre otros, dos manantiales muy famosos:
Saturnia y Petriolo.
| Teatro de Taormina con el Etna al fondo, en Sicilia. |
Antes de nada deciros que lo más
alucinante de estos sitios es que son gratuitos. Bueno en realidad están las
dos opciones: puedes pagar en alguno de los establecimientos tipo spa que hay
por la zona, bastante caritos, o se puede optar por la versión más auténtica y
dominguera, que para mi vale más la pena, en la que el acceso es completamente
libre, de día y de noche.
Saturnia es el típico pueblecito
toscano: pequeñito, en un alto dominando un pequeño valle y con casitas de
piedra y callejas estrechas. Existía ya en época romana y puede que también
etrusca. Como os podéis imaginar, los romanos, que eran muy apañados, ya
explotaron los manantiales de las cercanías construyendo termas. Como el agua
ya viene caliente de fábrica, se ahorraban el tener que estar calentándola.
Una de estas fuentes, a dos kilómetros
del pueblo, gratuita, con aparcamiento y chiringuito incluidos, es conocida
como las cascadas del Molino o del Gorello. En ellas, un potente chorro de agua
sale de la tierra a una temperatura de 37’5 grados y escurre por la ladera
hasta llegar al río. A lo largo de este breve recorrido, los minerales que
lleva el agua han formado pequeñas piscinas en la pendiente. Las piscinitas
blancas, escalonadas unas sobre otras, el agua azulada y la nube de vapor crean
un paisaje espectacular y sobretodo inesperado (por no hablar del tufazo a
huevo podrido que hay por todas partes debido al azufre que contiene el agua).
| Cascadas y bañeras de Saturnia. |
| Termas de Saturnia, con el antiguo molino al fondo. |
Aquello se llena siempre de gente, en
invierno y en verano, que utiliza el antiguo molino abandonado como vestuario
improvisado. Dicen que las aguas tienen propiedades benéficas para la piel y la
circulación. A lo mejor hay algo de verdad en eso (las picaduras de mosquito
dejan de picar cuando te metes en el agua). Lo que sí es seguro es que después
de una sesión allí hay que lavar al menos un par de veces el bañador para
quitarle la peste. ¡Ah! Y la plata se vuelve negra, así que ojito con los
pendientes.
El problema de Saturnia es que está un
poco alejada de Grosseto (a tomar por culo vaya), así que algo más cerquita
tenemos las termas de Petriolo. Para llegar se coge la Statale 223, la carretera
que une Grosseto con Siena, y se toma el desvío hacia el pueblo de Pari,
siguiendo después las indicaciones hacia las termas. De esta manera se baja
hasta el fondo de un profundo valle cubierto de bosques de encinas y castaños.
La peste y los coches aparcados de mala manera en la cuneta indican el lugar.
También son gratuitas y de libre acceso continuo, aunque no tienen ni
aparcamiento ni restaurante o bar cerca.
Aquí también anduvieron los romanos
trajinando con el agua, aunque las primeras noticias que se tienen del lugar
son de época medieval. De este momento datan las ruinas que se ven alrededor de
las termas (unos altos muros semienterrados y una torre defensiva que
convirtieron a Petriolo en las únicas termas fortificadas), los restos de un
puente al lado del puente actual y una pequeña iglesia románica.
| Termas de Petriolo. |
El agua mana a una temperatura de 43ºC y escurre por la pared
hasta llegar al río Farma, formando a su paso las típicas bañeritas de cal. Las
propiedades curativas del agua y del barro son conocidas desde antiguo,
sobretodo para enfermedades de la piel y las articulaciones. El Papa Pio II, de
origen sienés, vino aquí en 1548 para curarse de la artritis que padecía, y
dijo que la misa que había dado en la iglesia vecina había sido la más bonita
de toda su vida.
La diferencia con Saturnia es que aquí
tenemos el agua caliente del manantial y la fría del río, por lo que se pueden
hacer tratamientos para mejorar la circulación. Bueno, otra diferencia es la
cantidad de perroflautas que a veces te encuentras allí y que lo dejan todo
lleno de mierda… (Tanto aquí como en Saturnia no está de más entrar en el agua con chanclas, no es que aquello se vea sucio pero más vale prevenir).
Estos son solo dos ejemplos de la
cantidad de termas existentes en Toscana e Italia y un motivo más para visitar
este bonito país. Más y mejor en el próximo post. Un abrazaco.
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