miércoles, 15 de mayo de 2013

Las vías cavas.


Siempre he pensado que una de las mejores cosas que me han pasado en la vida ha sido el haber tenido unos padres a los que les gustaba viajar y que afortunadamente podían permitírselo. Desde que mi hermano y yo éramos pequeñajos hemos estado recorriendo España y parte de Europa, hasta el punto de que ya podemos hacer cualquier cosa en el coche sin marearnos. El gusanillo se nos metió bien dentro, de forma que ahora somos nosotros los que a la mínima cogemos el coche y nos escapamos donde buenamente se pueda. Por eso os recomiendo una cosa: si sois de los que les gusta llevarse consigo una guía de viajes, la que sea, aprended a pasar de ella llegado el momento, o por lo menos, a darle una oportunidad a las cosas “secundarias” de las que a veces hablan.

Cuando me fui a vivir a Italia me llevé no una sino dos guías, una de toda Italia y otra de la Toscana. No os voy a decir la marca ya que ninguna me paga por hacerles publicidad, cosa que tampoco necesitan porque son más famosas que la Coca-Cola. En ellas se hablaba de las grandes ciudades monumentales y de lugares turísticos de primera línea, pero muy poco de la Maremma En concreto la de Italia no decía nada en absoluto y la de la Toscana, un poco de Grosseto, de las termas de Saturnia, de las que ya os hablé una vez, y de algún pueblecito. Y en ninguna de las dos había una sola palabra de lo que os voy a contar hoy, que fue una de las mayores sorpresas que me encontré en Italia: las vías cavas.

Una de las vías cavas de la necrópolis etrusca de Sovana.

Una vía cava es un antiguo sendero o calzada de origen etrusco (sí, ellos otra vez) que se caracteriza por estar excavada en la roca. De hecho, cava en latín significa foso, zanja o cueva. Son una especie de trincheras, a veces muy profundas, que cortan el terreno y suavizan el desnivel entre los valles de los ríos y los altiplanos, obteniendo así un camino recto y con una pendiente más o menos constante. Esto, que parece un trabajo de chinos, no era tan difícil como se podría pensar, debido al tipo de roca. El tufo (no, no estoy de coña, se llama así) es una roca volcánica, bastante blanda y fácil de trabajar cuando está mojada, que permitía excavar estos tajos en un tiempo bastante reducido y con herramientas simples.

Para que veáis que no miento con el nombrecito, aquí tenéis el letrero de una tienda de artesanía de Sovana.

Pero estas vías no siempre fueron como las vemos hoy. Cuando a los etruscos se les ocurrió la idea y se pusieron a picar como locos, no las hicieron tan profundas, no era necesario. El motivo de que ahora algunas alcancen varios metros de profundidad es de nuevo el dichoso tufo. Con el tiempo, el agua, las ruedas de los carros y el tráfico de personas y animales en general, hacía que la superficie de la carretera se erosionara hasta tal punto que quedara impracticable. Así que para arreglarlo, se picaba la superficie eliminando las irregularidades hasta dejarla lisa de nuevo. Así una y otra vez durante cientos de años, porque algunos de estos caminos se han estado utilizando hasta la construcción de las carreteras actuales, de forma que el nivel bajaba y bajaba.

Si a estas alturas ya os ha entrado la curiosidad y os apetece visitar estas maravillas en vuestra próxima escapadita a Italia, tenéis que ir a los pueblos del Valle del Fiora, en concreto a Pitigliano, Sorano y Sovana, ambos en el interior de la provincia de Grosseto. Pitigliano es un lugar que deja a todo el mundo con la boca abierta más que nada por el lugar en el que está. Situado en una pequeña meseta, rodeado de barrancos, sus casas se asoman directamente sobre el precipicio, dándole un aspecto que a mí me recordaba al centro histórico de Cuenca, con sus casas colgadas. En los márgenes de la carretera que sube al pueblo ya empezaréis a ver las indicaciones para ir a las vías cavas. Aquí hay un montón y en la oficina de turismo del pueblo os informarán de cuáles se pueden visitar y de cómo llegar a ellas. De todas formas os dejo un planito  que he cogido de la página web del pueblo para que os vayáis haciendo una idea. Yo estuve en la de San Giuseppe, donde hasta la postguerra cada 19 de marzo se hacía una procesión nocturna con antorchas encendidas, herencia de antiguos ritos paganos.
Vista del pueblo de Pitigliano.
 
Plano de Pitigliano con las vías cavas señaladas con distintos colores.
Via cava de San Giuseppe.
En Sovana, tenéis que ir a la necrópolis etrusca, que está muy cerca del pueblo, al lado de la carretera, de la que ya os contaré alguna cosilla Allí está una de las vías cavas más espectaculares, el Cavone. Mide varios cientos de metros de longitud y es visitable. Cuando caminas por ella, te entra en el cuerpo una sensación bastante inquietante. Es como estar en un largo pasillo oscuro y frío, porque las copas de los árboles de la superficie ocultan el sol durante todo el día. Pero lo que más llama la atención es el silencio. Solo escuchas el sonido de tus pisadas en la gravilla del suelo. Cómo sería de imponente el lugar que mis amigos y yo nos dimos cuenta al cabo de un rato de que hablábamos bajito entre nosotros, como si estuviéramos visitando una catedral. Y todos pensamos lo mismo: no podría estar aquí de noche.


El Cavone.

Pues hasta aquí mi propuesta de excursión de hoy. Espero que os haya gustado y la consideréis si alguna vez estáis por allí cerca. Y si por casualidad sois editores de guías de viaje, ya sabéis, hablad un poco más de ellas, ¡que no os cuesta !
Para más información os dejo algunas direcciones web que pueden interesaros. Están en italiano, pero como aproximación no están mal:
http://www.leviecave.it/index.php?option=com_content&view=article&id=62&Itemid=71
http://www.comune.pitigliano.gr.it/index.php?T1=87000

Muy pronto más y mejor.

sábado, 4 de mayo de 2013

Porque no todo es Maremma: Carrara.


¡¡Hola gente!! Este va a ser mi primer post en esta nueva etapa del blog, que parece que empieza a arrancar definitivamente, así que qué mejor manera de hacerlo que inaugurando una sección nueva. Se llamará como veis arriba, “Porque no todo es Maremma”, y en ella os hablaré de los sitios que visité mientras estuve viviendo en Italia, todos fuera de la Maremma. Todo sea para daros ideas si planeáis un viajecito por Italia.
Y como primera entrada de esta sección he decidido no salir de la Toscana, simplemente cambiaremos de provincia. Por el momento, y hasta que las reformas en la administración del Estado italiano cambien las cosas, la Toscana está dividida en diez provincias. Una de ellas, la situada más al norte, es la de Massa-Carrara, conocida en todo el mundo por su producto estrella, que por una vez no se come: el mármol.
 
Aquí se encuentra el yacimiento de mármol más grande del mundo, que ha sido explotado desde época romana. Los romanos construyeron aquí un campamento militar en el 177 a.C., durante sus luchas contra los ligures, que acabó transformándose en una ciudad, Luni. Con el tiempo, su prosperidad se basó principalmente en las exportaciones de mármol, que en aquella era conocido como “lunense”, ya que la ciudad de Carrara todavía no existía. Muchas de las estatuas de mármol romanas que se ven hoy en los museos fueron en origen bloques de piedra sacados de las canteras de esta zona. Y no sólo lo usaban para las estatuas. Los romanos estaban como locos por este material tan fácil de trabajar, y lo usaban para todo: columnas, losas para decorar edificios, muebles y hasta retretes. Actualmente las ruinas de la ciudad se encuentran en la vecina provincia de La Spezia, en la región de Liguria y son visitables.
 
Muy cerquita está Carrara, y desde allí sale la carretera que sube hasta las canteras, bueno, algunas de las canteras. Sólo hay que seguir las señales “cave”. Los Alpes Apuanos son unas montañas impresionantes, altas, escarpadas y coronadas de blanco, pero no porque haya nevado, al menos no siempre. El color se debe a las enormes canteras en superficie que hay por todas partes y que después de pocos kilómetros empiezan a verse a los lados de la carretera. De aquí han salido los bloques en los que grandes artistas de la historia han esculpido sus obras. Miguelangel, como otros muchos, vivió por aquí cerca durante algunas temporadas para elegir los bloques sobre los que luego trabajaría. De hecho, se sabe que el bloque que utilizó para el famoso David procedía de algún lugar de aquí cerca, aunque no se ponen de acuerdo sobre la cantera exacta.
 
Vista de las montañas cercanas a Carrara con las canteras.
 
Cantera en superficie.
 
Algunas son visitables, previo pago claro está. Nosotros en concreto visitamos unas impresionantes pero no en superficie sino en galería, o sea, subterráneas. Se accedía con un todoterreno a través de una galería de unos 600 metros de largo que acababa en una impresionante cámara subterránea escavada en el corazón de la montaña, toda de mármol, claro. Esta gigantesca cámara se va haciendo más grande a medida que van cortando enormes bloques, que a su vez se trocean en otros más pequeños que se transportan a alguno de los muchos almacenes que pueden verse por toda la región. Menos mal que en la taquilla te daban un casco y un abrigo porque dentro hacía un frío y una humedad del carajo. La cámara es tan increíble que ha sido utilizada varias veces para presentar modelos de Lamborgini y Maserati. Durante la visita, de unos 30 minutos, la guía nos iba explicando el método que usan para cortar los bloques, los distintos tipos de mármol, y demás. Actualmente se hace todo con maquinaria pesada: Unos cables con puntas de diamante cortan los bloques hasta arrancarlos por completo de la pared. Entonces se acumula en el suelo tierra y gravilla o una especie de colchón metálico inflable para amortiguar la caída del bloque y que no se rompa demasiado cuando una grúa lo empuja.
 
El interior de la cámara subterránea.
 
A la salida había varias tiendas donde vendían objetos de mármol de todo tipo. Detrás de una de ellas, un antiguo trabajador de las canteras había montado una especie de museo donde describía la historia de la extracción del mármol a través de herramientas antiguas, fotografías y esculturas.
 
Servidor en el museo del mármol, con un carro tirado por bueyes.
 
Y para terminar la visita, podéis acercaros a Colonnata, un pueblecito de montaña muy cerca de allí y bastante majete, donde podéis tomaros una cañita acompañada de la tapa típica, el lardo di Colonnata, panceta dejada macerar con hierbas en cajas hechas adivinad de qué... sí, de mármol. La verdad es que está bueno, cortado en láminas finitas con pan tostado. Lo venden en todas las tiendas del pueblo, junto con objetos de mármol de todo tipo, más o menos útiles y de gusto más o menos cuestionable.
Desde un mirador se puede ver el valle con las manchas blancas de las canteras alrededor del pueblo. En ese mirador han levantado un monumento dedicado a los canteros, consistente en varias losas de mármol (¿increíble verdad?) con relieves que cuentan la historia de la región.
 
Monumento de Colonnata.

Uno de los relieves del monumento.
 
Pues hasta aquí nuestra primera excursión. Os quejaréis: arqueología, canteras, mármol a saco y panceta, jajaja. Espero que os haya gustado y que os hayáis quedado con ganas de más.

Por cierto, aquí os dejo el enlace a un video de unos 10 minutillos donde se ve como cortan uno de estos bloques en la cantera subterránea que visité (minuto seis en adelante). Está en italiano pero creo que se entiende: http://www.youtube.com/watch?v=szlUVJNleMg
¡Muy pronto más y mejor!